Imagen de categoría

Ay, Realidad. Todavía te recuerdo. Tu forma, tu ser. Te recuerdo a la perfección. Porque te conocía de principio a fin, te entendía como un todo.

Pero un maldito día, descubrí aquello que iba a derrumbar mi imagen de ti. Todo empezó cuando leí acerca de los números irracionales, de los experimentos cuánticos, de tus entresijos más ocultos. De cómo la suma de todos tus números podía llegar a ser -1/12, de cómo escondías universos dentro de tus átomos.

Si, antes de eso los textos budistas me hicieron sospechar que no eras lo que parecías ser, que lo que mi cerebro comprendía no te hacía justicia. Pero eran solo sospechas. Nada muy serio.

Mi amor por ti, realidad, sufrió un duro golpe.

Desde entonces vago por el mundo sabiendo que jamás, JAMÁS, podré comprenderte del todo. Tan solo lograré entenderte a través de números y fórmulas, a través de retorcidas mirillas abstractas. Pero nunca podré volver a palparte con esa pasión adolescente de la ignorancia. Te sentiré a sabiendas que es más lo que tu interior esconde, que lo que pueda llegar a comprender.

Me siento pequeño ante ti, realidad. Añoro mi ignorancia. Ya no te puedo amar como un igual, solo me queda admirarte a la distancia. Adorarte como a una Diosa, preguntándome que enigmas desvelas en tu mirada, a sabiendas de que son palos de ciego, o halagos de un chiquillo inundado de reverencia.

Aunque lo nuestro es imposible, te seguiré amando siempre desde la distancia.

 

Siempre tuyo,

Homo Sapiens

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *