
Una tormenta vespertina arrecia en el exterior del chalé de los Rodríguez. Y también en su interior…
—Marta, ¿no ves que está lloviendo a mares? —dice Pedro con desesperación señalando a través de la ventana—. ¿Cómo quieres que salgamos a pasear con la que está cayendo?
—Lo que veo, Pedro, es la ocasión perfecta para salir de aventura y alejarnos por una vez de esta comodidad asfixiante que nos está matando —replica Marta airada.
—Claro, claro, y tiene que ser justo cuando van a poner el capítulo final de Juego de Tronos, ¿no?
—Puedes grabarlo. Así de sencillo.
—No es lo mismo y lo sabes. Me perdería la sensación de comunión con el resto de espectadores que lo estarán viendo simultáneamente.
—Bah, solo vives de ficciones: series, películas, comics, novelas… Y la vida real, ¿qué?
—Prefiero la ficción, ¿qué pasa? La vida real es demasiado aburrida.
—Es aburrida porque no quieres renunciar a la comodidad, pero yo necesito sentir que estoy viva. Si no quieres venir conmigo, saldré sola.
Marta se cruza de brazos en actitud desafiante, mientras que Pedro se queda unos segundos en silencio mirando pensativo por la ventana.
—¡Ya lo tengo! —exclama Pedro—. Se me ha ocurrido una solución salomónica…
Minutos más tarde, Marta y Pedro pasean en círculos en torno a su chalé intentando protegerse con amplios paraguas de la lluvia racheada. Además, Pedro sujeta una tableta cuya luz les ilumina los rostros en medio de la oscuridad.
—Ya te he dicho, Marta, que no podemos alejarnos más o perdería la cobertura wifi, lo siento.
—¡Pues menuda aventura! —se queja Marta.
—¡Pero tenías razón, ja, ja, ja! Así se vive mucho más lo del «winter is coming»…