Hay tradiciones que hacen que cometamos locuras. Como orinar en medio de un estadio repleto de gente. ¿Recordáis a la chica que irrumpió en mitad de un partido empleando la bandera de su equipo a modo de capa? Es conocida como Chica-Cervecilla, símbolo de la cerveza más famosa del mundo. Hay muchas teorías sobre las razones que tuvo para hacer lo que hizo. Mas ella misma me explicó su versión.
Me la encontré en un bar que hay junto al estadio, acodada en la barra y bebiendo copiosamente. Ya llevaba la capa puesta. Me acerqué a charlar con ella porque me sorprendió la colección de botellas vacías que custodiaba.
Me contó la historia de un hombre que empezó por lo más bajo, y terminó levantando una fábrica de cerveza. También se hizo cargo del equipo local, sacándolo de un pozo de deudas para ascenderlo a primera división. Celebró el ascenso brindando con la mejor de sus cervezas, vertiendo una pinta en el centro del campo. Este brindis se convirtió en tradición. Cuando tuvo una hija, la llevaba a todos los partidos. Primero en brazos, luego de la mano y, más tarde, apoyándose en su hombro. Pero entonces apareció una mega-compañía que quiso hacerse con todo. Como sus ofertas no fueron aceptadas, la multinacional jugó sucio. Terminó haciéndose con el equipo y con la fábrica por una miseria. El hombre quedó inmerso en un sinfín de deudas. Su hija, queriendo continuar con la tradición, y como estaba prohibido meter bebidas alcohólicas dentro del estadio, se le ocurrió una forma para poder hacerlo. Pensó que sería una forma de denunciar lo sucedido. Pero lo que consiguió fue convertirse en el símbolo de la misma empresa que acabó con su padre. O eso es para la mayoría. Porque, para mí, es una heroína.