Bea tenìa mucho jaleo por las fiestas de Carnaval que se aproximabasn. Su creatividad estaba en declive por la separaciòn de su pequeño Cuquìn, un enfermero que la traìa pillada de las tetas.

El arte tenìa mucho de erotismo y todo lo concibiò desde que una noche de bohemia pues conociò a su pequeño pero muy bien dotado Jorge. Sus ancestros valencianos le dejaron por herencia el amor a la danza y mucho de viril.

Ella gozò de fama con sus guiones creativos que presentaba en los tiempos de verano en Alcalá. Cada presentaciòn era coronada y premiada con un abrazo sensualìsimo luego de la cava. Fue a la llegada del invierno cuando ella al despedir la noche vieja sucumbiò al encontrar vacìo su lecho y luego de la presentaciò buscó la caba que dejò para la ocasiòn y solo encontrò el vaso de cerveza, cuando quiso acercarse a la cortina del corredor se enganchò en su vestido color beige y al sugetar con emociòn el vaso notò que era solo un adorno que le habìa dejado su amodo unto a la nevera, se quedò de sed y sin su enfermero.

Era la noche del 31 y todo habìa sido revelado, Jorge se habìa ido. Buscò el armacio… vacío, ni un rastro de su presencia… “joder”… con lo bien que nos llevàbamos.

Al entrar al bar y luego de unas horas con la meta en carnavales se acercò a Benson, un inglés poco comunicativo, lo rodeò y con un beso a su copa le invitò a bailar. Nada fue igual, ni los besos ni los abrazos, ni la cama fueron iguales. Se habían ido no solo la inspiración, el ritmo, la creatividad. ¿Què difìcil fue desde entonces para Bea el montar la fiesta de Carnaval.

 

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