Siempre le había fascinado el cine, se quedaba anonadado en la butaca escuchando los diálogos, esas conversaciones donde nunca se falla, donde todas las palabras y frases son apropiadas, donde siempre se dice lo correcto, incluso en el momento más inadecuado.

No recuerda en qué día exacto decidió que esa sería su nueva forma de vivir, de comunicarse. Quizás el hecho de chatear a través del móvil le hizo ver que el lenguaje hablado estaba en desuso y la palabra escrita en auge.

Que podría escribir las palabras y frases apropiadas, decir siempre lo correcto como si de una película se tratase, como si estuviese creando el guion de su vida.

No necesitaba que las palabras sonasen, solo tenía que escribir, escribir y escribir. Y nunca volvió a hablar.

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