Soy el verde metal
de la mosca que habita
en la putrefacción de tu alma…
Soy el vestigio del gusano
que danza en tus intestinos…
Soy la erupción
del infecto veneno
que recorre tu sangre…
Soy la viscosidad siniestra
de tu purulenta pupila…
Soy la espuma de tu boca rabiosa…
Soy el peso de la losa enmohecida
que oprime tus pulmones…
Soy el rojo
con el que Belcebú
paraliza tus músculos…
Soy la burbuja podrida
del reflujo que galopa en tu garganta…
Soy la huella de las astillas
que rodaron de tus huesos rotos…
Soy el zumbido del cable de acero
que atraviesa tus oídos…
Soy el zumbido del látigo
que despegó la piel de tu espalda…
Soy el blanco
del escozor que surca sobre las grietas de tu nauseabunda lengua…
Soy,
en definitiva,
la que abandonaste en el yermo gris,
carcelero y corsé del verde que tu asesinaste
pero que ya no teme de tus pasos…